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A BEGOÑA LE GUSTAN LAS PALABRAS





Esto es lo que dijo Javier Sancho al iniciar la charla sobre Líneas de Fuga (Edhasa) en "los pasillos" de la Feria del Libro de Madrid 2023. Y me gustó tanto que le he pedido permiso para reproducirlo. Gracias, Javier.

A Begoña le gustan las palabras. Les da vueltas, las desmonta y encuentra en ellas tesoros

escondidos entre los matices. Además, puede hacerlo en varios idiomas, incluyendo el de los

ferreteros.


Pero no todo son juegos, sospecho que también tiene sus más y sus menos con ellas. Aunque soy ajeno a la creación artística, la he conocido por cercanía con creadores y sé bien que en ella hay gozo, pero también sufrimiento.


Escribir un buen libro es un triunfo, un proceso complejo que requiere esfuerzo, disciplina,

imaginación y oficio.


"Lineas de fuga" no es el primer libro que nos regala Begoña y estoy seguro de que tampoco

será el último. Mi amiga Begoña es creadora de libros, ensayos y relatos novelados en los que habitan personajes reales y extraordinarios.


Los libros de Begoña están tan cargados de conocimiento y referencias culturales cruzadas,

como desprovistos de intelectualismo pretencioso.


Con sus libros Begoña nos conduce a la reflexión sobre asuntos centrales que afectan a nuestra vida y a nuestra forma de vivirla.

Y lo hace guiando al lector por caminos aparentemente secundarios: la hermana de Nietzsche, los hijos de Thomas Mann...


Personajes que en realidad son personas. Personas como Erika Mann, su hermano Klaus y

Hannah Arendt que fueron testigos y protagonistas de algunos de los episodios más

desgarradores de la Historia de Europa, atrocidades que desdoraron el ser alemán.


Aquella versión prescindible de Alemania que cayó, no inocentemente, en la trampa de la

ideologia nazi y quiso creer en el trampantojo de un pasado legendario glorificado, sobre el

que construir un futuro supuestamente glorioso. Aquella Alemania enferma de psicopatía

general, asentada sobre un andamiaje de odio y mentira. La mentira fundamental de las

identidades que matan, como bien las Ilama Amin Maalouf.


Leer a Begoña ayuda a entender mejor Múnich y Heidelberg. Los cabarets de Berlin y la tristeza sin remedio que destila la vida de Stefan Zweig. El poderío de la cultura germánica y la banalización del mal.

También ayuda a entender mejor Europa, porque Alemania es profundamente europea y el proceso de integración europea, que en esencia es un proyecto de paz, no puede entenderse sin Alemania.




Erika Mann y su hermano Klaus, gemelos por decisión propia, poseían una rara belleza

complementaria. Eran atractivos, rebeldes y brillantes. Erika y Klaus fueron alemanes a los

que otros alemanes intentaron desposeer de su calidad alemana, como castigo a su

oposicion valiente al monstruo. Desposeerles de su identidad, ¡como si tal cosa fuera

posible! Erika y Klaus fueron cosmopolitas.


Europeos de espíritu libre que vivieron un tiempo en el que Europa pudo sucumbir ante la hidra de siete cabezas que es la intolerancia autoritaria y liberticida. Un tiempo en el que la revolución era aún posible y en el que se moría por la verdad, que aún tenía contornos nítidos.


Hablando de tiempo, para poder navegar el turbulento mar del tiempo que nos ha tocado

vivir a nosotros hay que abrir bien los ojos para ver que aquella hidra sigue al acecho. Ahora

se nos presenta disfrazada y acicalada, pero sigue siendo igual de peligrosa.

En este tiempo de hechos alternativos y desinformación, hace falta más cultura que nunca, hay que leer más libros.

Libros como aquellos que los nazis intentaron hacer desaparecer en siniestras

hogueras.


Cuando en el relato aparece Hannah Arendt con su intensidad austera, su compromiso

militante, su compleja historia personal y su bagaje intelectual, europeo, alemán y judio, las

diferencias con los hermanos Mann se hacen patentes.


El encuentro entre Erika y Hannah en Lisboa no es amable, no hay complicidad entre ellas porque a pesar de todo lo que comparten, hay un mundo de diferencia entre las dos mujeres.

Los Mann junto a Arendt parecen frivolos, demasiado inclinados al glamour, miopes por el privilegio y la vida regalada.


Y seguramente eran todo eso, pero me atrevo a pensar que lo eran conscientemente, porque también y sobre todo eran muy cultos e inteligentes.


Me interesa mucho esa idea que subyace en el libro de Begoña y que ya aparece en el

mismo título, según la cual hay personas cuyas vidas convergen en un punto clave en el

horizonte, en un encuentro fugaz, tras el cual esas mismas personas no se volverán a

encontrar.


Le he preguntado a la Inteligencia artificial. Entre otras muchas cosas aburridas, el programa automatizado me dijo lo siguiente sobre las coincidencias: "El universo es un lugar vasto y

complejo, y no debe sorprender que a veces las experimentemos. Estas coincidencias no

significan necesariamente que nuestras vidas estén guiadas por un poder superior". En fin, el bot me dio una larga cambiada. Ya sé que Einstein dijo que "Dios no juega a los dados",

pero yo sí creo en el azar, y creo en él porque es tan humano como la inteligencia artificial o

como la misma idea de la existencia de Dios.


La España que vieron los Mann en aquellas tres semanas de 1938 estaba trágicamente

desgarrada, herida casi de muerte por una guerra que contenía guerras intestinas y que

para muchos no era sino la antesala de otra guerra más grande. Erika y Klaus no lucharon,

no eran guerreros, pasaron casi de puntillas por la España en guerra, pero no pudieron

evitar verse salpicados y manchados por la violencia, la locura, la indignidad y la destrucción

de tanto tejido humano, social y cultural.


El escritorio que los hermanos Mann han de llevar a cuestas al principio de su periplo es una

poderosa imagen.

Ese pesado escritorio representa en realidad la herencia de su padre.

Una herencia que a Erika y Klaus les pesa enormemente. Pese a su individualismo y su apego a la libertad, da la impresión de que los hermanos nunca terminaron de salir de la sombra de la montaña mágica que fue su padre, el gran hombre, el premio Nobel, el genio egocentrico y

contradictorio.


A Begoña le gustan las palabras. Lo sé de primera mano, porque cuando fuimos compañeros

y trabajamos en el mismo equipo, gozando y sufriendo, haciendo políitica exterior, le

pediamos que usara su magia con las palabras para decir lo que queríamos decir sin decir lo

que no podiamos decir, pero diciéndolo.


Efectivamente, suena como un acertijo y es que muchas de las instrucciones que recibia Begoña eran precisamente eso, un acertijo. Y ella lo hacía, sin perder la compostura, sin usar hechos alternativos y huyendo siempre de la desinformación, porque Begoña no es solo una excelente escritora, es también una excelente periodista.


A Begoña le gustan las palabras. Les da vueltas, las desmonta, encuentra en ellas tesoros

escondidos entre los matices y ese es su regalo para todos nosotros.


Muchas gracias


Madrid, 9 de junio de 2023

En Sin Tarima Libros


*La segunda foto es el corazón con el que Erika firmó la carta que le envió a Klaus desde la Casa Blanca cuando, junto con sus padres, pernoctó allí bajo invitación del presidente en 1935. Puedes ver la agenda del presidente Franklin D. Roosevelt aquí

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