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LA CUERDA ROJA DE WEIMAR

Es difícil caminar por Weimar y no pensar en política. La ciudad tiene unos ojos verdes profundos, pero uno no puede dejar de mirar la cicatriz que atraviesa su frente.   

Weimar se ha convertido en verbo para hablar de populismo, división, inoperancia y caos: la política se "weimariza" en España, Estados Unidos, Francia o Argentina cuando los políticos se insultan, el parlamento no toma decisiones, la discusión se violenta. 

En estos días, los carteles políticos por las elecciones europeas abundan en esta localidad tranquila. La predominancia de Alternativa por Alemania y del partido de Sarah Wagenknecht es llamativa. En este rincón del antiguo bloque soviético, la ultraderecha y la desafección de la clase política actual en general están en auge. 

	Uno tiene entonces la sensación de caminar sobre un suelo político que vibra, como si cerca durmiese un dragón. Por eso resulta interesante pensar en la deriva de la política alemana desde Weimar.  

La biblioteca-archivo de la duquesa Anna Amalia ofrece su sombra en un día demasiado caluroso para la primavera, y apoyada contra un sauce cercano estudio el mapa de la ciudad. 

	Los nombres de sus calles, como la céntrica Plaza Jorge Semprún, las placas sobre las fachadas, los museos ofrecen una cuerda roja ante el precipicio de la desmemoria. 

La explanada que ocupa su teatro neoclásico parece un vórtice de la historia. Aquí Goethe estableció las reglas básicas para actores, vigentes después de doscientos años. Aquí se estrenaron varias óperas de Richard Wagner antes de enfrentarse a Friedrich Nietzsche, quien acabó muriendo inválido a las afueras, en la casa que aún hoy es su archivo.



Aquí se otorgó Alemania su primera constitución en 1919 (la que luego se cargaría Hitler). Aquí celebro el partido nazi su primer mitin. Aquí Elisabeth Nietzsche estrenó una obra de Benito Mussolini y estrechó por primera vez la mano del Führer, acercando el ascua a la obra de su hermano. 



Durante la guerra, el teatro se convirtió en una fábrica de armas y los estadounidenses lo redujeron a escombros en febrero de 1945. Fue el primer teatro reconstruido en todo el país (1948). El exiliado Thomas Mann lo visitó un año más tarde y desde aquí lanzó su famoso discurso a los alemanes.



Bajo la República Democrática Alemana, este teatro fue clave en su política cultural. 

Schiller, Bach o Christian Andersen se echaron siestas sobre estos regazos del río Ilm, quizá bajo este mismo sauce. Me los imagino con una hierba sobre el labio, una flor entre los dedos, un libro cerca, perdidos en sus ensoñaciones mientras yo me dejo llevar por las mías durante unos segundos. Pero hoy es difícil exorcizar los espectros políticos. 

Alemania trajo hasta aquí su gobierno a principios del siglo XX en el caos posterior a la primera guerra mundial por una razón práctica. Weimar era un lugar más seguro que Berlín. Pero buscaban además un ángel guardián para la nueva constitución en el espíritu clasicista. Si movemos a la élite intelectual a favor de la causa, la causa estará segura, pensaron. 



Bauhaus (literalmente "casa de construcción") también nació aquí en esos años. El arquitecto Walter Gruppius diseña la tipografía de la placa conmemorativa de la constitución y decide abrir en Weimar su escuela de arte para contribuir a una Alemania mejor. Toma las maestrías medievales y aplica principios de diseño moderno y de producción industrial. Su código son los colores primarios, que luego llegan hasta Lego o hasta Google, materiales simples y formas geométricas.   



Sin Bauhaus, nuestras ciudades, nuestros muebles y muchos objetos que conocemos no serían como son. Algunos edificios que has visitado, sillas y lámparas que tienes en casa, teteras, tazas, muebles de cocina, códigos de color, letras y logos que hoy te parecen familiares están inspirados en el trabajo de sus profesores y alumnos. 

Pero Bauhaus no se libra de la política. Una exposición revisa ahora la narrativa sobre la relación de estos artistas, considerados víctimas, con el nacionalsocialismo.  



Los nazis ordenaron en 1937 la confiscación de muchas de las obras por "degeneradas" y Bauhaus acabó cerrando sus puertas.  Profesores y alumnos buscaron la supervivencia en la resistencia (una veintena murieron en los guetos y campos de concentración, muchos se exiliaron), pero también en la adaptación.  

La mayoría se acomodaron al nuevo régimen. Incluso participaron en ferias de arte, diseñaron carteles de películas, muebles, tipografías e incluso bustos de Hitler. 



Por ejemplo, el alumno de Bauhaus Franz Ehrlich, dibujante extraordinario, fue detenido en el campo de concentración de Buchenwald, a escasos kilómetros de Weimar, y se le obligó a trabajar en la oficina de construcción. Diseñó las letras que se encontraban sobre la puerta de entrada del campo (“Jedem das seine”, o “A cada uno lo suyo”), para lo que usó una tipografía 'bauhaus'.



Lo que en principio se entendió como un gesto de rebeldía por parte de Ehrlich, hoy se considera una forma de adaptación, y el propio Ehrlich trabajó para las SS después de su liberación en 1939.  

	El halo de la sensibilidad artística y la curiosidad innovadora no protege frente al miedo y frente a la seducción del poder, tampoco del poder fascista. Los artistas, incluidos los escritores, no somos inmunes y deberíamos mantenernos alerta. 

Es admirable ver cómo Weimar presenta una historia propia incómoda y gris en estos tiempos de blanco y negro. La visión sobre Europa es más compleja desde aquí. 

1 Comment


Interesantísimo análisis desde dentro y muy necesaria para ir desenmarañando lo que pasa con Alemania, el país que más eurodiputados elige por ser el más grande. Aquí, desde España, los titulares son un simple "avanza la ultraderecha en Alemania", meter miedo y hacer - no sé si intencionadamente - que el cerebro analítico del ciudadano/a se quede semiparalizado. Pues no, hay que ver razones, saber, conocer la historia de Europa. Hay que reflexionar, hay que pararse a pensar, hay que discutir. Pero, ¿por qué? ¿Dónde en Alemania? ¿De dónde viene? Solo sabiendo, de verdad y en profundidad, se reaccionará sin volcar la barca hacia el otro lado.

Necesitamos más artículos como éste.

Nuestros políticos locales nos hacen una lectura "perezosa",…

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