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METAMORFOSIS

Hace calor aún. Ha sido un día como una inmensa babosa. Largo, lento, pegajoso. Pero ahora tengo casi una hora libre.

Busco un espacio abierto, sin coches, ni patinetes eléctricos, ni semáforos. Donde pueda aislarme en una burbuja de música y caminar en mis pensamientos. Dos ciclistas se meten detrás de unas moreras. Luego, uno más con un casco naranja. Las bicicletas suelen elegir buenos caminos.

Lo ideal sería una playa. O la muralla de un castillo. O un puerto, en el que distraerte con los buques. Pero claro, estoy rodeada de ciudad, en un distrito al sur de Múnich lleno de pequeños edificios de un lego descolorido. Tengo el coche a la sombra de un cartel publicitario frente a un súper. Solo aspiro a una acera tranquila y larga.

No tengo ni idea de qué hay detrás de los árboles y mucho menos me imagino lo que me voy a encontrar.

El camino serpentea entre más moreras, arces y algún aliso. Esconden un arroyo entre plataformas de madera. Un hombre se quita los calcetines para meter los pies, unos metros más allá dos niños se salpican. Arroyo abajo, una chica come fresas con las piernas colgando. Cruzo por un puente infantil. El casco naranja se ha agachado sobre la bici y sigue su ruta detrás de las ramas.

Allá voy.

Esas ramas se van a convertir en una cortina, cuando al apartarlas aparezca ante mí. Kilométrica, amplia, viva. Una pista de aterrizaje ocupada por corredores, ciclistas, patinadores, paseantes, carritos, cometas, incluso dos parapentes tirando de su ala. El punto naranja se hace pequeño en el horizonte.

Parece un mundo pos-pandemia. Reocupado.

Una vez más, Múnich sorprende. Es el antiguo aeródromo de Neubiberg, construido en 1933. Donde antes aparcaban bombarderos y se discutían planes de guerra, hoy hay pistas de skate, canchas de volley-playa y colinas para lanzar cometas y alas. Se distingue claramente en Google Earth.

Este aeródromo, bajo control del ejército alemán durante

la Segunda Guerra Mundial, fue la base de los famosos Messerschmitt Me 262, los primeros jets. Los aliados lo bombardearon con B24s en febrero de 1945 y los estadounidenses se hicieron con el control de la base, como de toda la ciudad, en abril.

Los vecinos aún se acuerdan de cómo se paraba el tráfico en la autopista Múnich-Salzburgo, una de las más concurridas, cada vez que aterrizaba o despegaba un avión.

En esta foto se puede ver el cruce de las dos vías (hoy la autopista pasa bajo el parque).


Múnich es joven, no llega a los 900 años, pero yo creo que sea la ciudad con más capas, más juntas del mundo.

Neubiberg se convirtió en una de las principales bases áreas de las fuerzas estadounidenses en Europa.

Aquí pisaron tierra firme Dwight D. Eisenhower, como comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa y el piloto y político Charles Lindbergh, el candidato que gana las elecciones en la fantástica novela de Philip Roth, “The plot against America”.

La base regresó a manos alemanas en 1958 y recibió a muchos de los participantes en los Juegos Olímpicos de 1972. Su uso militar terminó en 1991 y poco después dejó de ser aeropuerto. La parte norte pertenece aún a la universidad militar de Neubiberg.

El arquitecto paisajista Hans J. Loidl se encargó de la magia, convirtiendo un antiguo aeropuerto en, abracadabra, un parque perfecto.



Si quieres saber más, puedes consultar este libro de Günter Soltau: Der Fliegerhorst Neubiberg im Spiegel der deutschen Luftfahrtgeschichte. Aviatic Verlag, Oberhaching 2005, ISBN 3-925505-84-9.






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